#50 Semana 26/05/2023 - Bosque Comestible para autoabastecerte.
¿Es posible crear tu propio diseño de bosque en el espacio de un jardín y qué proporcione alimento nutritivo con el mínimo cuidado? Mi amigo Antonio lo está haciendo y te cuenta cómo.
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Algunos ejemplos de últimos artículos son los Dispositivos de Telepatía o BCIs ya existentes, dónde comer carne sintética fabricada con células, cómo contratar servicios de Criopreservación Humana como alternativa a Incineración y Cremación, etc
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Sin más dilación vamos al artículo de la semana.
El post de hoy me hace mucha ilusión. Es un post invitado.
Lo ha escrito mi amigo Antonio Herrero.
Antonio es una persona que se ha inventado a sí misma. Emprendedor y viajero incansable por el mundo durante años, ha aprendido en primera persona de culturas y conocimientos ancestrales. Su pasión por la meditación, el Yoga, el desarrollo personal, la naturaleza y la conexión con el “Sapiens” le ha llevado a probar y experimentar por sí mismo cientos de vidas en una sola: Empresario, líder, profesor, maestro, aprendiz, deportista, agricultor, tecnólogo, voluntario…
Muchas personas lo ven cómo un “outsider”. Alguien que se sale de lo normal.
A él siempre le gusta explicar con pasión todo lo que hace y aprende. Un curioso nato.
“Experimenta todo por ti mismo y no te creas nada.”
”Aprende y absorbe todo el conocimiento que puedas, pero saca tus propias conclusiones.”
Cuando Antonio quiere aprender sobre algo, busca la fuente. Si hay que aprender Yoga se va a la India. Si hay que conocer el mundo, se marcha varios años de nómada, si hay que aprender sobre la tierra, deja su casa del centro de Madrid y se muda al campo a experimentar… y así con todo.
Antonio es una persona de la que aprender. Una persona que te puede poner la cabeza patas arriba. Te hace pensar. Y por eso, además de pedirle que escribiera un artículo sobre un tema que me parece muy interesante, y que ahora veréis, quiero recomendaros su libro.
Se llama "Un manual hacia la grandeza".
En él Antonio explica lo que sabe, o cómo dice él, “lo poco que sabe”, sobre cómo transformar un ser humano, para que se convierta gradualmente en todo aquello que es capaz.
Un puzzle de conocimientos prácticos accionables instantaneamente, desde estoicismo hasta budismo pasando por hinduismo y cristianismo, desde hábitos a lo James Clear hasta cómo hacer que las cosas sucedan a lo Jim Rohn. Desde Fermentados para sanar la flora bacteriana hasta Yoga, respiraciones y calistenia para fortalecer el cuerpo. Desde finanzas y ventas hasta los pasos para conseguir la libertad financiera.
En marzo de 2022 imprimió 200 unidades de la primera edición. Quería saber si funcionaba: funcionó, se agotó, y creó una segunda edición.
Un libro que va más allá del concepto. Un auténtico Manual a precio de manual y no de libro corriente para entrar en acción y poder encontrar caminos para el desarrollo personal. Muy recomendable. Podéis encontrarlo aquí: Un Manual hacia la Grandeza.
Esta es mi copia de Un Manual Hacia La Grandeza, el libro de Antonio Herrero, con tamaño A4, que puede ser una de las mejores inversiones que hayas hecho en tu vida.
Antes de comprarlo, os recomiendo suscribiros a su newsletter, donde Antonio regala auténticas perlas de conocimiento. También desde su web, RicosYLibres, podréis encontrar y entender su aproximación al mundo.
Y sin más, vamos al artículo invitado de Antonio.
Lo que aprendí de los bosques comestibles. Por Antonio Herrero.
«La tierra es el oro de los sabios». Rumi
Te contaré una historia de las que molan: una historia de descubrimientos. Una historia de conexión. Una historia de felicidad. Una historia de creación. Una historia de libertad.
Una historia de producción bestia de alimentos.
Vale, hace quince años mi madre me regaló una pequeña parcela de tierra en un pueblo de Ávila: mil metros cuadrados que me parecían pocos, en un lugar que no me llamaba demasiado la atención.
¿Para qué quiero esto? —Pensé— .
Fui a visitar la parcela, le dije a mi madre que gracias, la tierra siguió su vida y yo seguí con la mía por los siguientes doce años.
La agricultura, tal y como la conocía, nunca me había interesado y a mí un trozo de tierra no me decía nada. No me hacía nada. No era nada.
En una ocasión recuerdo que pensé en hacerme una casita de campo, pero ante las dificultades que me encontraba abandoné la idea.
«Para qué quiero esto» fue el pensamiento general durante años, y por eso también durante años viví en el centro de Madrid. La Latina, Huertas, Sol, etc., cuanto más céntrico mejor.
En marzo de 2020 yo estaba buscando un piso-cubículo para comprar, y justo un día antes de que nos encerraran a todos por nuestra seguridad, me fui al pueblo unos meses a casa de mi madre.
Ahí conozco a un vecino y me propone crear juntos una pequeña huerta en la parcela. Cuando empezamos, él empieza a hacer cosas raras.
Llena todo de paja. Pone muchas plantas juntas. Me dice que no existen las malas hierbas sino hierbas que desconoces. Mete un montón de plantas en un bidón con agua y lo deja al sol. Me explica el sistema de plantación de frutales de Hellen White para que los frutales crezcan tres veces más rápido. Me habla de nitrógeno y potasio y calcio y fósforo y de cáscaras de huevo y de plátano y posos de café y ceniza de madera. Coge un puñado de tierra con las manos, las frota, me las enseña al trasluz y dice: ¿ves los minerales?
Ante mi cara de asombro día tras día, me cuenta que eso que está aplicando son los principios de la Permacultura y de la agricultura regenerativa, me enseña un par de vídeos y me deja un libro para que aprenda.
Vídeo uno: Mi pequeña gran granja.
Vídeo dos: How to grow a forest in your backyard.
Libro: La revolución de la brizna de paja, de Fukuoka.
Y cuando veo esos vídeos y me leo el libro, algo muy bestia, algo tan bestia como cuando decidí irme a la India a aprender el más antiguo sistema de salud, me hace clic en la cabeza.
De repente comprendo el engaño. De repente me doy cuenta que desde pequeño me han hecho creer que el campo es aburrido. Duro. Difícil. Para otros y no para nosotros.
Y, al mismo tiempo, de repente comprendo las posibilidades que tengo en mis manos: ¡¡joder tengo una parcela de 1000 metros para experimentar!!
Una semana después me estaba haciendo un curso de introducción a la Permacultura.
Me trago todos los vídeos posibles: fertilizantes naturales, regeneración de suelos, germinación, reproducción por esquejes.
Me leo todo lo que cae en mis manos sobre plantas medicinales, sobre construcción sostenible, sobre tecnologías libres.
Unos días después, mi parcela estaba completamente vallada.
Una máquina hizo 27 agujeros de 1 m3.
También un estanque de 4000 litros, cubierto con lámina EPDM.
Me gasté 700 € en árboles, plantas, herramientas, semillas y semilleros.
Hice más cursos: diseños de Permacultura. Creación de bosques comestibles.
Lo que estaba descubriendo era acojonante, y descubrí que éramos muchas personas en todo el mundo que estábamos descubriendo lo mismo.
Me doy cuenta de que otra forma de vivir es posible. Ahí ya no podía parar.
Conozco a Project Kamp, unos empresarios Holandeses que están poniendo patas arriba una finca de 12 hectáreas en Portugal, aplicando conceptos de prueba-observación-error-mejora-continua y conceptos de aceleradora de startups.
Toda su inteligencia, más toda la inteligencia de los viejos del lugar, más toda la tecnología del Siglo XXI e internet, al servicio de la tierra y de la comunidad.
Vale, muy bonito, ¿pero qué es un bosque comestible y qué has hecho en tu parcela? —te estarás preguntando—.
Un bosque comestible es simplemente un huerto diseñado para ofrecer el máximo rendimiento de alimentos con el mínimo trabajo.
Están pensados para durar en el tiempo, imitando los patrones de la naturaleza y los bosques autóctonos que, cada año que pasa, son más fértiles.
Una combinación de diferentes estratos: de setas y tubérculos, de rastreras y trepadoras, de plantas comestibles, bayas y arbustos, de árboles pequeños, medianos y grandes, de árboles perennes y árboles estacionales.
Yo sólo estoy empezando, pero actualmente cultivo acelgas rojas y verdes, espinacas, cebollas, puerros, patatas, tomates, calabazas, pepinos, mazorcas de maíz, pipas de girasol, eneldo, perejil, moras, frambuesas, bayas de goyi, kiwis, uvas cabernet, pistachos, nueces, almendras, avellanas, manzanas, higos, acerolos, olivos, granados, nísperos, peras, membrillos, melocotones, nectarinas, y robles, y olmos y...
Y ortigas, y cola de caballo, y romero, y menta, y hierbabuena... y más, más, más, cada día más.
Foto y esquema del antes y después del bosque comestible de Antonio
Como apuntaba más arriba, un buen diseño de permacultura requiere mucha energía al principio y poca después pues si está bien hecho se mantiene prácticamente solo. La idea es crear un ecosistema resiliente que se ayude a sí mismo a seguir produciendo mientras tú vas extrayendo aquello que necesitas para comer, y la tierra, en lugar de ser cada año que pasa un poco menos fértil, lo es mucho más.
Para ello hay que conocer bien cada pieza del puzle y saber dónde poner cada elemento del bosque para que cree sinergías con las otras piezas.
Mucha observación, mucho estudio y mucha práctica son los mejores aliados para el éxito de esta empresa. Una buena inversión que, en las manos adecuadas, traerá unos retornos increíbles.
Me llamo Antonio Herrero Estévez, jamás pensé que tendría un bosque comestible y, si te interesa eso de llegar a nuestro potencial como seres humanos, entra en Ricosylibres.com y, quizás, ocurran cosas. Cosas buenas.
Por la vida.
Hasta la semana que viene. Si tienes algún comentario puedes escribirme a gruizu@gmail.com